Actualmente, muchos países y comunidades enfrentan cambios climáticos que han impactado sus medios y estilos de vida de diferentes maneras. En su quinto informe, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) advirtió que la producción de gases de efecto invernadero (GEI) ha alcanzado el nivel más alto de la historia. Desde mediados del siglo XX, los GEI han provocado un calentamiento de la atmósfera y los océanos, por lo que han ido desapareciendo grandes extensiones de hielo, lo cual está contribuyendo a un aumento del nivel del mar. A la vez, se ha demostrado que los cambios en la temperatura, la precipitación y, en algunos casos, la mayor presencia de eventos extremos, han afectado negativamente la producción de una gran variedad de cultivos en un amplio rango de regiones, alterando el sistema hidrológico y provocando cambios en la distribución y migración de algunas especies. La continuidad en la producción de gases de efecto invernadero (GEI) causará en el futuro más aumentos y cambios en los componentes de los sistemas climáticos, tales como el incremento de la temperatura y, muy probablemente, en la ocurrencia de olas de calor, la intensificación de eventos extremos, la acidificación de los mares y océanos y el aumento del nivel medio del mar.
La respuesta internacional ante el cambio climático se ha dado a través de dos mecanismos complementarios, principalmente: la adaptación y la mitigación. Se debe disminuir la producción de GEI (mitigación) para reducir sus efectos sobre el sistema climático y, de manera paralela, se deben llevar a cabo medidas de adaptación para enfrentar los impactos esperados. Algunos especialistas afirman que las medidas de adaptación solo tienen sentido si su efecto sobre la mitigación es neutral (no aumenta o libera GEI) o, en el mejor de los casos, positivo (reducen la producción de GEI o aumentan su retención); por ello, se deben considerar las interacciones entre mitigación y adaptación para optimizar los procesos y lograr una relación “ganar-ganar” (ADEME 2013).
En los sectores forestal, agrícola y de conservación se identifican acciones que benefician tanto la mitigación como la adaptación y logran una sinergia entre los dos mecanismos. Dicha sinergia se refleja en el mantenimiento de la provisión de los servicios ecosistémicos (SE) y los beneficios que las poblaciones reciben de ellos. Sin embargo, en estos sectores, es poco frecuente que las actividades de adaptación y mitigación se planifiquen considerando posibles sinergias, lo cual limita la eficiencia en el uso de los recursos para enfrentar el cambio climático. Con la implementación de un enfoque de generación de sinergia entre adaptación y mitigación (SAM), se busca “aumentar la efectividad, minimizar costos y asegurar continuidad de producción y/o provisión de servicios al minimizar riesgos”.
La separación entre los dos mecanismos puede deberse al trato individual que la mitigación y la adaptación reciben en el contexto político; sin embargo, varios estudios identifican acciones en la ciencia y la política que empiezan a explorar las SAM, considerando oportunidades para la adopción de un enfoque integrado para la gestión del cambio climático. Ejemplo de lo anterior es el reconocimiento de las SAM en el Acuerdo de París, donde se recomienda utilizar el enfoque conjunto entre adaptación y mitigación para el manejo forestal sostenible e integral y, además, se incentiva a financiar su implementación a través de mecanismos internacionales como el Fondo Verde del Clima. En el sector forestal, en el contexto de proyectos de reducción de emisiones causadas por la deforestación y degradación forestal (REDD+), los proyectos de carbono incluyen criterios sociales y ambientales, demostrando la pertinencia de integrar la adaptación en REDD+. Una manera de fortalecer las sinergias entre mitigación y adaptación es desarrollar e implementar guías y estándares en proyectos de mitigación para considerar su contribución a la adaptación.
Al generar SAM a través de programas o proyectos, podemos incrementar su aceptación por parte de las personas involucradas y su compromiso en el largo plazo; aumentar la eficiencia en el uso limitado de los recursos disponibles a través de la generación de múltiples beneficios; y eludir disyuntivas o efectos negativos de las medidas de adaptación sobre las de mitigación o viceversa, evitando impactos perjudiciales para la biodiversidad o los seres humanos.
El objetivo de esta herramienta es contribuir al proceso de planificación de programas, proyectos u otras iniciativas en el contexto de la gestión de recursos naturales para identificar medidas y actividades que generen sinergias entre adaptación y mitigación, priorizar espacialmente los sitios donde la sinergia se maximice y, al mismo tiempo, aumentar los beneficios provenientes de los servicios ecosistémicos (SE).
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